“No tener un plan de vida es como un avión
que viaja sin plan de vuelo”, ésta es una frase que mi hermana constantemente
repite y que me ha hecho reflexionar sobre la importancia de nuestros planes a
futuro y de las decisiones que tomamos, ya que nos conducirán a diferentes
puntos; sin embargo, no sólo es importante el punto de llegada sino el camino
que debemos seguir para arribar a la meta. Por tanto, a continuación narraré
parte del camino que he tenido que seguir para convertirme en una profesional
de la educación y algunas situaciones que han contribuido a mi desarrollo como
persona.
Todo
comenzó hace seis años, estaba a punto de tomar una decisión sumamente
importante que cambiaría el rumbo que tomaría mi vida y que me permitiría
conocer nuevos mundos y vivir maravillosas experiencias. Durante ese tiempo,
tuve la oportunidad de conocer personas que reforzaban ese anhelo pero también
de vivir experiencias que me acercaron a los niños, algo que no imaginé que terminaría
haciendo mucho tiempo después.
Fue en
el año 2007 cuando mi deseo se hizo realidad, cuando finalmente me encontré en
el lugar que tanto deseaba y que posteriormente me llevaría a buscar nuevas
opciones para compartir lo que estaba aprendiendo. Seguramente ha surgido la
duda sobre cuál es ese lugar, debo decir que se trataba del Colegio de
Filosofía de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, el cual me ha
brindado múltiples oportunidades de crecimiento y despertó en mí el interés en
la Filosofía de la Educación y, específicamente, en la educación en la etapa
infantil.
Los
primeros dos años de formación filosófica me ayudaron no sólo a desarrollar mi
capacidad de reflexión y análisis sino también a sensibilizarme en cuestiones
humanas e interesarme más en la adquisición del conocimiento; sin embargo, fue durante el verano 2009, al
cursar la asignatura de Filosofía de la Educación, en el que tomé otra decisión
fundamental en mi vida: estudiar la Licenciatura en Educación Preescolar.
Precisamente, este interés surgió al revisar el Programa de Educación
Preescolar 2004 para elaborar un proyecto sobre Filosofía para Niños; esto me
situó en una problemática: “Sé acerca de Filosofía, ¿pero qué sé acerca del
trabajo con niños?”.
Comencé
a informarme sobre las distintas Escuelas Normales a las que podía ingresar, solicité
informes y acudí a algunas entrevistas en el Colegio “Puebla”, el Colegio
“Miguel Hidalgo”, la Normal “México” y el Colegio “Benavente”; sin embargo, mi
principal opción siempre fue el Benemérito Instituto Normal del Estado.
Incluso, tuve algunos tropiezos al elegir esta carrera, ya que en una de las
Normales me imponían como condición para ingresar dejar la universidad, sin un
argumento de mayor peso que “tenían muchos papeles que recortar y material que
elaborar”, aun cuando mi perfil académico cumplía con los requerimientos de su
currículum.
A pesar
de los problemas, malos tratos y, de alguna manera, la “discriminación” que
sufrí en algunos lugares por llevar la carga de estudiar Filosofía, no me
detuve hasta lograr mi objetivo, presenté mi examen de admisión para ingresar a
la Licenciatura y sentí una gran satisfacción al ver mi nombre escrito en la
lista de “aceptadas”. El siguiente paso fue inscribirme y asistir a la Normal,
lo cual provocó diferentes emociones y desencadenó una serie de dudas respecto
a la decisión que había tomado, ya que no alcanzaba a cubrir mis expectativas o
en algunos aspectos no resultó ser cómo lo había imaginado.
Lamentablemente, el primer ciclo escolar resultó muy complicado; por un
lado, la dinámica universitaria no era la misma en la Escuela Normal y, por
otro, algunos de los docentes con los que estudié mis primeras asignaturas no cumplían
con el perfil que yo pensaba que debían tener para estar frente a grupo y, más
aún, para formar futuros docentes. Debo confesar que fueron muchas las
ocasiones en las que llegué molesta o llorando por la decepción que ésto me
provocaba, así como muchas fueron las veces que me indignó el pensamiento tan
cerrado y la forma de enseñar dogmática que contradecía todo principio de
educación moderna.
No
obstante, de entre todo lo malo que había vivido, también hubo situaciones que
me animaron a seguir adelante y encontrar mi verdadera vocación; una de ellas,
quizá la principal, fue la oportunidad de trabajar con el Licenciado Miguel
Pérez García, el “Capitán Miguel Tik Tak” de “La nave de Tik Tak”, un gran ser humano que me enseñó a ser feliz y a amar el camino que elegí. Ese fue el momento justo en que reafirmé mi decisión y tomé el valor
para continuar hasta el final; sobre todo porque se presentaron grandes oportunidades personales y de trabajo, no importando tanto el que
apenas comenzara con mi preparación sino las capacidades y actitudes que vieron
en mí.
A partir
de ese momento, comencé a entregarme por completo a mis carreras, con la misma
dedicación y la misma pasión, con el mismo interés y de manera perseverante.
Definitivamente, los problemas no dejaron de presentarse y nunca faltó un
momento en que flaqueara pero volviera a levantarme, para lo que fue de suma
importancia el apoyo de algunos docentes que, sin ser mis tutores, siempre
estuvieron para orientarme o ayudarme a crecer, de mi familia que siempre apoya
mis decisiones y de los amigos que me han acompañado en mi formación tanto
dentro como fuera de la institución.
De igual
manera, no me habría sido posible llegar hasta este punto de mi carrera sin el
apoyo que me han brindado en la Universidad, ya que mi coordinador de unidad ha
estado pendiente de mis avances y necesidades educativas, y ha estado presente en los
momentos en que lo he necesitado. Pero uno de mis catedráticos ha sido quién
más me ha inspirado y motivado a seguir esta carrera, incluso más que algunos
docentes de la Normal, ya que ha propiciado el análisis de textos que
contribuyan a mi formación en ambos campos, me ha ayudado a reflexionar sobre
las condiciones del Sistema Educativo Mexicano actual y me ha permitido
expresar mis inquietudes acerca del proceso cognitivo de los niños; pero, lo más importante, le dio un sentido verdaderamente humanista a mi formación académica.
Sin duda,
el papel de la familia en el proceso educativo no se detiene al terminar la
Educación Básica o Medio Superior; en mi caso, ha sido de vital importancia su
apoyo al permitirme tomar mis propias decisiones y resolver mis problemas, así
como su comprensión ante mi ausencia, ante los desvelos y momentos de estrés.
Creo firmemente que la influencia de mi contexto familiar ha permitido que mi
interés por estar siempre aprendiendo algo nuevo crezca y, principalmente, que
busque compartirlo con los demás; desde mi infancia siempre he estado en cursos
que me permitan desarrollarme de manera integral, ya sea de música, de idiomas,
de artes plásticas o expresión teatral.
Es así
como inició y ha transcurrido mi camino por la formación docente, con momentos
de alegría y frustración, con etapas de estrés y satisfacciones, con retos nuevos
y dificultades a superar; pero siempre de manera constante, con el respaldo de
muchas personas que creen en mí y me motivan a que yo también lo haga, y
teniendo claro cuál es mi principal objetivo: Educar desde un enfoque realmente
humanista.
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